Lo confieso, he pecado. He pecado hasta saciar cada impulso y necesidad animal dentro de mi corazón, incluso aquello que desconocía. Pero solo soy un ser humano. Todos mis pecados son tan comunes y corrientes como los de aquellas personas que hace tiempo se han marchado y no hice más que ver sus huellas aparecer y desintegrarse con mis memorias.
Dios, no se qué es lo que esperas de mí. No se cuál es el siguiente paso. Estoy sentado en este sitio muerto en donde decidiste abandonarme; ¿Debería sentirme halagado por haber sido notado o solo fue una casualidad? Pensar en ser una especie de elegido, aunque sea para una tortura de este nivel, alimenta la parte que probablemente me tiene aquí en primer lugar. Mis disculpas más sinceras.
Lo cierto es que no hay nadie más aquí y si lo hubiese, no puedo esperar nada, si tú no fuiste capaz de tener piedad por mí, tus hijos tampoco.
Las personas que amo, ¿Saben que me he quedado aquí? ¿Pensarán en mí? ¿Me estarán buscando? No, estarán cegados por la iluminación de la vida eterna que les prometiste, como seres individuales, están completos, como colectivo, ya son parte de ti.
Tal vez escuches cierto rencor palpitante entre mis palabras, Dios, pero es solo la confusión. ¿Qué cosa tan horrible he hecho que ningún otro humano ha logrado para hacerte enfadar así? Dios, ¿Tengo siquiera el derecho a ser escuchado, me estás escuchando? Mis piernas están hinchadas y la piel enrojecida, solo puedo arrastrarme por el suelo, infectando mis heridas.
He tenido vastas alucinaciones, en una de ellas fui perdonado. Apareciste entre las nubes para rescatarme cual hijo pródigo, solo para ser despertado por los picoteos de un zopilote. ¿Este es tu regalo de despedida, Dios? ¿Un compañero? Sí, como un beso de buenas noches, tierno y acogedor, me das una última muestra de tu divinidad, un último momento de paz, incluso después de mi comportamiento altanero e indecente.
El ave decide que era demasiado pronto para acercarse a mí y retoma su vuelo; estará un tiempo más encima de mi cabeza, esperando pacientemente por mi carne. El cuerpo de quien es mi verdugo, de vez en cuando, cubre por completo los rayos del sol y Dios mío, vuelvo a pecar, no puedo evitar dudar de sus intenciones, ¿Busca aliviar temporalmente mis heridas como señal de empatía o simplemente alarga mi dolor como parte de tu mandato?
Zopilote, tú estás aquí por algo más que mis vísceras. ¿Qué será de mí una vez que esté en tu estómago? ¿A dónde se irá mi alma si ya no hay lugar en el cielo?
Ya no puedo seguir pensando más, mis palabras se tropiezan y estoy perdiendo el conocimiento, la muerte me está saboreando. Dios, si tu perdón me es imposible, ten piedad de mí. Dios, si me mantengo en tu recuerdo como el primer hijo desahuciado, venceré la muerte, por más horrible que sea.
El zopilote se acerca y con un suave ardor todo se pone en blanco.
Otra vez, no hay nadie.
Por última vez, le ruego a dios,
caminaré en compañía del zopilote.