Mimetismo

Flores, abejas, ranas, patos, mariquitas, orugas, pájaros, ¿Quién hacía falta?
Los suaves pasos de la mariposa se inmiscuían en la conmoción madre-hijo, logrando así su objetivo: llegar hasta la puerta que dirigía al viejo bosque.
Palpaba todo en su camino ‘‘Para memorizar el tacto’’ justificaba en sus adentros, pero nadie se puede mentir a sí mismo; la realidad es que no le interesaba nada más que pudiera otorgarle aquel mundo. Era evidente que no podía controlar la emoción al conocer la libertad en la raíz del corazón, sentir que se extendía por todas las extremidades de su cuerpo y buscaba desahogarlo jugueteando con sus manos
Aquel festival de la primavera se hacía cada vez más pequeño, más pequeño que ella, más pequeño que cualquier insecto, en un punto fue tan diminuto que se convirtió en parte del pasado.
El bosque era tan grande como lo imaginaba. Ante la magia de la escena, la niña se tornó volátil; ya no se desplazaba de otra forma que no fuese danzando.
Mirarla así, bailando sin ninguna melodía, podría hacer pensar que la soledad la había vuelto loca. A decir verdad, nuestra niña jamás se había sentido más acompañada; el silencio maternal de la naturaleza, el canto de los pájaros, el agua chocando entre las rocas y el crujido de las hojas fungían como una orquesta perfecta para ella.
En el momento de mayor adrenalina, cuando estaba por finalizar, bajó lentamente su cabeza quedando horrorizada: el estanque la había traicionado, mostrándole su reflejo humano.
La chiquilla se sintió tan humillada que se echó hacia atrás con todas sus fuerzas, recibiendo un fuerte golpe en la cabeza. Las alas de plástico se rompieron con el impacto y el eco solo profundizó su vergüenza. Entre sollozos, balbuceó.
─ Creí que lo entendías. Yo no soy esto. No me logro reconocer en esta tela que envuelve a lo que llaman huesos, tejido sin colores interesantes, por lo que no sorprende mencionar la deficiente y aburrida visión humana. Ellos no se arrastran y mucho menos son capaces de volar, caminan pesadamente en dos patas, y aun así se atreven a tener ese ego por encima de los demás animales. Pero lo que más odio son estos pulgares, ¡Asquerosos pedazos de carne! Y yo veía, muy a lo lejos, como las madres y sus criaturas se regocijaban hablando de lo bellos que se veían cuando eran monstruos exactamente igual a mí. ¡Pero ya no más! Hoy lo he decidido; me convierto en lo que siempre fui: ¡Una mariposa!
Se levantó rápidamente sin permitir que el estanque dijese una sola palabra. Con el tutú tan roto como su corazón, continuó camino a lo profundo del bosque, hasta que un chillido la sacó del trance.
─ Al estanque no le importa nada más que no sea fluir, pero yo lo veo, eres una de nosotras. Tan solo toca tu cabeza y siente cómo las antenas están por salir. Los ojos vidriosos buscaron en todas partes hasta encontrar la fuente de aquella oración: una mariposa, una mariposa de verdad. Agitaba sus alas azuladas con elegancia, casi como si supiera que recuerdan a un cuadro muy famoso.
A la pequeña se le iluminaron los ojos cuando pudo identificar el brote.
─ Y pronto saldrán tus alas. Tenemos que estar preparadas para cuando suceda, podría ser doloroso.
El insecto no pudo continuar hablando, pues fue interrumpida por el sonido proveniente de una barriga infantil.
─ ¿Cuánto tiempo haz estado bailando, pequeña? Te estás muriendo de hambre.
─ No lo sé. Ahora que estoy en plena metamorfosis, soy un híbrido: la percepción del tiempo insecto-humano está fusionado. Todo es confuso y se me acabó la energía. La mariposa le explicó acerca de los frutos, bayas y hongos que podía consumir sin ningún problema. Observó a la figura amorfa comer y comer con desesperación, así que seguía ofreciéndole más alimento y alternadamente se acercaba para acariciarla.
─ No vienen muchos humanos por aquí.
─ No me confundas con eso.
─ Son criaturas maravillosas y terribles a la par. Pero ya no serás parte de ellos una vez termines tu metamorfosis. Desgraciadamente, no podrás volver a ver a quienes amas, ¿Lo sabes, no? Ellos no te van a reconocer como un ser que merece respeto y te aplastarán si se les antoja.
Tosió algunos restos de hongo y cuando se detuvo, observó fijamente a su guía.
─ Siempre he pertenecido aquí, incluso siendo Dahlia, solo estoy regresando a casa.
─ Mi chiquilla, cuéntame más acerca de la vida humana.
Todo tipo de historias fueron descritas; buenas y malas, tristes y alegres, pero cada una de ellas apasionante. La mariposa se limitó a escuchar atenta y encantada. ─ Verdaderamente son un objeto de estudio. Me hubiera encantado ser uno de ustedes al menos por un día, pero amo mis alas ¡No podría vivir sin ellas! Por cierto, no tienes de qué preocuparte, estoy segura de que las tuyas no serán de ese color pálido manchado.
Dahlia rápidamente intentó esconder las quemaduras de cigarro.
─ Mi espalda duele. Creo que me ha crecido la barriga de tanto comer.
─ ¡No seas tonta, Dahlia! Tus alas están por salir, es por eso que te duele tanto.
La niña dio algunas vueltas con el objetivo de observarlas, sin éxito.
Ambas decidieron que lo mejor sería comenzar a caminar, pues el sol ya estaba ocultándose. Dahlia pensó que sería necesario recolectar comida para el día siguiente así que improvisó una bolsa con su blusa, de todas formas, cuando su transformación estuviese completa ya no necesitaría ocultar su cuerpo, pues la vergüenza en esas situaciones es exclusiva de los humanos. Ella ya no podía recordar qué se sentía ser uno.
Llegaron hasta un precipicio, la vista del cielo era hermosa. ‘‘No puedo creer que he vivido tanto tiempo sin estos paisajes’’ pensó la pequeña, mientras se sentaba sin ningún temor.
─ Es la primera vez que me siento tan comprendida y feliz. ¿Cuándo conoceré a mis otras nuevas amigas?
─ En cuanto aprendas a volar.
Hubo una mueca en su cara regordeta.
─ No sé si ese día llegue.
La mariposa lanzó tantas carcajadas que parecía algo contagioso.
─ Mi niña, ya tienes tus alas. Terminaron de crecer mientras caminabas, el ejercicio las estimuló.
Como si fuese un instinto, Dahlia golpeó su espalda con las manos. Después de un breve grito de dolor, pudo sentirlas; ¡Sus alas habían crecido! Se preguntaba de qué colores eran mientras, con suavidad, las movía de un lado a otro.
─ Es hora, Dahlia. Tienes que aprender a volar.
No podía creerlo, la metamorfosis había terminado. Sudorosa, miró a su alrededor, los colores se tornaron más vibrantes, ¡Estaban vivos! Cada color existente en aquel lugar atravesó la materia y en conjunto le acariciaron el cabello; ‘‘Seamos amigos’’ le susurraban a la pequeña que no paraba de reír con las cosquillas. Dahlia bailaba nuevamente, como al inicio, pero ahora podía escuchar la sonata más bella que alguien hubiese creado; el sonido salía de una roca, brincaba a una nube y chocaba con el suelo, donde a través de sus pies penetraba su piel y transportaba diminutas notas musicales por cada arteria posible.
La mariposa la miró detenidamente.
─ ¿Qué tan hermosas son mis alas, eh, mariposa?
─ Son bellísimas, mi niña. Jamás había visto algo tan espectacular.
Satisfecha, la ahora niña mariposa dio unos pasos hacia atrás para finalmente impulsarse hacia el final del precipicio.
La dulce Dahlia, con la mayor felicidad que jamás había experimentado, cayó estrepitosamente entre unas rocas que despedazaron su cuerpo. La mariposa se posó sobre una roca coloreada por la sangre, saboreándola, para después comenzar a desplazarse hacia los restos de su amiga.
Bebió todo el sudor que pudo y se apresuró para contarle a sus hermanas que tenía listo un nuevo cuerpo.

@Repth